La sed se va con el río
Una novela deslumbrante que se arraiga en la naturaleza, sus maravillas y sus misterios.
«Todo era un conjunto exuberante de visiones, como si el Nauyaca y las montañas y la naturaleza entera hubieran bebido el fermento alucinante».
La sed se va con el río relata el fluir de la existencia y la naturaleza en las veredas del río Nauyaca, un lugar enclavado en las montañas que sólo se atreven a recorrer el agua y el viento. De allí ha desaparecido Jeremías, el hombre que guarda en secreto el aguardiente de bejuco que les da algo de vida a los habitantes de la región.
Perdido está Jeremías al igual que el pueblo entero, que sólo busca aliviar su sed en medio de ese paisaje vivo en donde lo humano es lo remoto.
Con una bellísima prosa poética alimentada directamente de los sueños y cargada de imágenes que son verdades diáfanas, sencillez, alucinaciones, Andrea Mejía confirma por qué ha sido una de las voces más llamativas y excepcionales del panorama de la literatura colombiana actual.
En cada libro amalgama, siempre de manera inesperada, la palabra poética, la palabra narrativa y la palabra pensante. Giuseppe Caputo
Un estilo suave pero firme, lleno de imágenes potentes.Aloma Rodríguez, El Mundo, España
(…) el más puro surrealismo latino. Pilar Martín, Agencia EFE
Andrea Mejía consigue hacer de lo cotidiano un mundo literario vibrante, hipnótico, capaz de despertar los cinco sentidos. La Sexta, España
Su voz no está inscrita en ninguna tendencia, la suya es una de esas miradas únicas, bellas, imperfectas, llenas de poesía, que hacen mejor a cualquier tradición. Juan David Correa
Un efecto hipnótico que en ningún momento rompe la ilusión de la lectura. Pablo Concha, Libros y Letras
Hay libros que, cuando cerramos la última página y volvemos a contemplar, incrédulos, su carátula, no admiten otra palabra que “belleza”. Sí. Hemos asistido, en su lectura, a una de esas experiencias que nos son dadas a cuentagotas en la vida. Eso es lo que sucede con Andrea Mejía. Álvaro Castillo Granada
A estas alturas me resulta imposible saber si Andrea Mejía vive en este mundo o en el de sus personajes, con Patas de Mirlo, Heraquio, Jeremías y Lidia. Un mundo donde el tiempo es antiguo y comienza una y otra vez, donde ella escucha a ese río que se arrastra, se esconde, se adormece. Un río que permanece en nosotros y que nunca podremos dejar de escuchar. Natalia García Freire